IBUEVANOL (o pensar en la naturaleza de los ovarios)
LOS ARQUETIPOS FEMENINOS - La amante
- La guerrera
- La madre
- La doncella
- La sacerdotisa
A lo largo de esta serie nos hemos familiarizado con una visión de la feminidad en que aparecían sus vínculos profundos con el ciclo menstrual, y hemos visto que la belleza es la expresión de una relación armoniosa con esa particularidad específica de la biología femenina, factor de cambio físico, emocional y espiritual. También hemos pasado revista al largo camino recorrido por las mujeres para acceder a una conciencia de sí mismas que durante siglos sofocaron las estructuras, sociales y psicológicas, de las sociedades patriarcales. Hoy nos internaremos en la psicología profunda de la mujer, para lo cual revisaremos las mitologías y arquetipos que la expresan. Hay experiencias comunes a todas las mujeres que, sin embargo, tienen un fuerte impacto en la formación de su individualidad única e intransferible. Estas experiencias son el ciclo menstrual, el embarazo, el parto y la menopausia. Recordemos que si el conocimiento empírico es masculino, la sensibilidad femenina llega a la sabiduría sin quedarse pegada en la razón ni en una concepción cartesiana del universo.
Los arquetipos de lo femeninoAl margen de las experiencias personales que impregnan nuestro inconciente, hay un fondo común de reacciones y representaciones innatas del mundo, que la tradición cultural llama inconsciente colectivo. Este dispositivo de la conciencia regula un fondo común de modelos de conducta igualmente repartidos entre todos los individuos. A sus contenidos los llamamos arquetipos y la mitología es el terreno en que nuestra consciencia puede acceder a la red de significados que ellos establecen con nuestra experiencia. Por eso, para captar la interioridad psicológica de la mujer desde una perspectiva en que la lógica cede la palabra a la sabiduría, hay que internarse en el mundo de la mitología. Los acontecimientos biológicos determinantes para la gran mayoría de las mujeres son, por un lado, vividos como experiencias únicas a nivel individual y, por el otro, se integran en una gran red de valores y significados en el inconsciente colectivo de la especie. En las sociedades antiguas los arquetipos eran instrumentos pedagógicos, con los que se enseñaba a hombre y mujeres a descifrar el sentido de sus experiencias y a aceptar y respetar sus obligaciones con la comunidad y a dialogar con la divinidad. A partir de esta comprensión íntima de los arquetipos, las personas construían sus propias identidades individuales. La noción de destino era la forma predominante que moldeaba la conciencia individual en aquella edad mitológica, como mil años después lo sería la de libre albedrío.
Uno de los arquetipos más frecuentes era el de la Gran Diosa, en la que se reconocía la fuerza femenina universal, y que se metamorfoseaba en tres diosas que simbolizaban el ciclo vital femenino. En las antiguas sociedades matriarcales, en la Diosa encarnaban las potencias primordiales de la vida, la muerte y la transformación. Con los griegos y sus rigurosas construcciones filosóficas y religiosas, que significaron una superación de las civilizaciones precedentes, los arquetipos femeninos se vuelven más diferenciados y si hoy todavía nos resultan familiares es porque no han perdido su eficacia para hacernos pensar e interpretar la realidad. La mitología de la Diosa nos habla de las sucesivas experiencias por las que una mujer atraviesa a lo largo de su vida, y las cuatro fases de su evolución, desde la mujer joven, a la mujer fértil, la mujer en su plenitud y la mujer sabia o anciana. En este sentido, estas cuatro fases del ciclo a lo largo del mes se reproducen también a lo largo de la vida y encarnan en los arquetipos mitológicos que examinaremos aquí: Atenea es la juventud, Hera la maternidad, Venus la mujer en su plenitud y Hécate, la mujer sabia y experimentada.
El misterio de la sexualidad femenina, la génesis del parto, la asociación del ciclo femenino con las fases de la luna, su relación profunda con la tierra como vientre, con la muerte de la semilla para que nazcan los frutos, son los motivos esenciales de la mitología de la Diosa Madre.
Para la mujer de hoy, si bien las diosas del panteón helénico ya no son un referente práctico en su vida cotidiana, conservan sin embargo un valioso caudal de sugerencias desde el punto de vista simbólico y mitológico. La Diosa, podría decirse, reside en el corazón de cada mujer. Los cuatro arquetipos que revisaremos a continuación representan facetas que cada mujer debe desarrollar o profundizar para hacer que la energía sagrada de esta correspondencia brille en su alma e irradie en su vida real.
Atenea, la energía de la juventudEl arquetipo de Atenea -representada con un casco y una espada- simboliza el poder creativo de lo femenino y se corresponde con la luna creciente, que alude al crecimiento, a la fuerza de la vida, a la energía juvenil en estado puro. En fase de luna creciente, el mundo vegetal crece y se expande y la vida estalla en todos los sentidos. Atenea es la energía femenina que se manifiesta dentro de la acción, capaz de aplicar su conocimiento de manera práctica y útil. La mujer que está bajo la influencia de Atenea posee el don del pensamiento lógico de naturaleza intuitiva. Es capaz de conservar la mente clara en medio de emociones fuertes y aportar soluciones concretas a los problemas que presenta la vida. Asimismo, reconoce el poder del oponente y lo respeta. La leyenda de esta célebre diosa del panteón griego señala que transmitió a las mujeres las artes y artesanías, como la cerámica, la música, el tejido y el hilado. Atenea es la acción unida a la paz, y tejer e hilar son metáforas acerca del devenir del tiempo. El arquetipo de esta diosa virgen está asociado al de la doncella; su cuerpo es puro pero al mismo tiempo expresa una ola de pasión sexual. Aspira a unirse a un hombre y a la vida a través del amor. Cada mujer, al término de la menstruación entra en la fase de Atenea; se siente llena de energías y capaz de plantearse nuevas metas y proyectos. El Aceite Esencial de Neroli es el más adecuado para acompañar esta fase.
Hera, o la madreEl arquetipo de la madre es quizás el más complejo y rico de la mitología de la Diosa porque incluye las experiencias del embarazo y el parto, en que un nuevo ser experimenta el tránsito dramático desde un mundo atemporal y oscuro al mundo de la luz y la mortalidad. Se conservan imágenes de antiguas sagas mitológicas que representan la eternidad como una huida hacia el vientre. El arquetipo de la madre es también un reflejo importante de la necesidad de la mujer de realizar el instinto de protección y cobijo que anida en su naturaleza en el hijo aún no nacido. El vientre es un elemento central, por su poderosa carga psicológica y espiritual, en la mitología de la iniciación y la transformación, ya que es en el vientre donde se fragua la nueva vida y se destila la esencia de lo femenino. De ahí seguramente que desde tiempos inmemoriales las mujeres hayan hecho de la danza del vientre un ritual sagrado. La madre en sentido figurado aparece en la mitología como un símbolo de redención, y su culto aparece en muchas de las grandes religiones.
El momento de la maternidad es de fuerza y energía pero, a diferencia de lo que ocurre en el momento de la virginidad, es una energía cargada de abnegación, basada en el amor y que genera armonía. Esta fase corresponde a la ovulación, periodo en el que la mujer es fértil. Cuando la mujer entra en la fase de la ovulación se convierte en Hera, esposa de Zeus, diosa del matrimonio, esposa y madre. Su momento es el de la fertilidad, la concepción y la vida. A Hera le corresponde el Aceite Esencial de Rosas.
Venus, el poder de la sensualidadVenus es la diosa del amor, la sensualidad y la belleza y era considerada la diosa más bella del panteón grecolatino. La belleza de la luna llena es la de Venus en medio del cielo. El arquetipo de Venus rige en las mujeres las experiencias del amor, del encuentro con la belleza, la sexualidad y la sensualidad. Una mujer enamorada y que se siente correspondida es el vivo ejemplo de este arquetipo. Si observamos los cuerpos de un hombre y una mujer frente a frente vemos que son perfectamente complementarios, y cuando se unen forman un círculo de poder único y cósmico. Yin y Tang, cielo y tierra, todo el universo está englobado en los cuerpos masculino y femenino. El arquetipo de la amante nace de la danza eterna del hombre persiguiendo a la mujer y el deseo del abrazo definitivo y cósmico. Las mujeres se transforman en Venus durante la fase premenstrual, volviéndose seductoras, sensuales, mágicas. En esta fase la energía sexual cíclica de la mujer alcanza su punto culminante. El sexo incluye todo el espectro de emociones y experiencias humanas, desde las elevadas hasta las más bajas. Así, el sexo puede ser diversión y juego, amor, aprendizaje, espiritualidad; es lo único en nuestras vidas que posee una magnitud multidimensional, holística, cósmica. Para sentirse plena y equilibrada, una mujer habrá de gozar de una vida sexual plena y equilibrada. Venus se identifica con el Aceite Esencial de Jazmín, que destila la esencia de la feminidad y la sensual intensidad de la naturaleza.
Hécate: introspección, purificación y sabiduríaEsta fase correspondiente a la luna menguante coincide con la menstruación propiamente dicha y, a lo largo de la vida, con la menopausia y la posmenopausia. El cuerpo tiene menos energía, los pechos pesan, el vientre se hincha y es necesario dormir más. Las emociones salen a la superficie con más facilidad y todo se vive y se siente con una mayor sensibilidad. Esta es la fase de la purificación interna de la esencia femenina y se vincula con el mito de Hécate, diosa de la sabiduría resultante de la asimilación positiva, y a veces dolorosa, de la experiencia. Hécate también es la diosa de la madurez y del cambio, arquetipo de la sacerdotisa o la hechicera, de aquella mujer que ha desarrollado su sabiduría y está dispuesta a compartirla con las demás mujeres.
Al llegar la menopausia, después de haber pasado por todos los estadios de desarrollo, físico y psicológico, la mujer por fin se siente preparada para ser ella misma y encarar con seguridad los misterios de la vida. Es en este periodo de la vida de las mujeres cuando se produce una reacción alquímica en el cuerpo femenino que se vive como un cambio que conduce a la madurez y la sabiduría. La menopausia es el fin del ciclo menstrual, cuando la mujer disfruta tal vez de su máxima libertad, independencia y autoridad, tras años de amor compartido y fertilidad. El Aceite Esencial de Salvia acompaña muy bien a la mujer en los años de su madurez.
Cuando la mujer tome conciencia de que su vida menstrual expresa la naturaleza cíclica de su ser femenino, se abrirá en ella la visión de que forma parte de los grandes ritmos del universo y aceptará con alegría esta condición, trayendo armonía y sentido a la vida.