Tuesday, September 18, 2007

Unos cuantos se la pasaron merodeando temas amorosos en sus canciones, pero me parece que esta humanoide de la fragilidad sentimental solamente quería le petit amour, y estaba bien ahogarse por eso, vibrar o sacudirse la peluca, llenarse de polvos las lentejuelas, ser gorrión, desvanecerse en pasiones sin detenerse a mirar cuántos leños le quedaban a la chimenea, si estaba nevando afuera o si ya rugían las playas turquesas.
Es curioso, con una pasión se puede tejer toda la vida, a veces parece simple, porque no se compran ni se consiguen fuera de uno, es cuestión de sistematizar y hacer pozos hasta que estalle petróleo.
El alcohol de Edith, para bancarse ser, para perder la verguenza de sentirse verdadera antes que todos, por querer perder las defensas con el coraje del suicida que prefiere pensar que siempre es la última oportunidad, en el vaivén de la existencia finita, azarosa, llena de puertas.
Alas Edith, sueños de príncipe azul, el salvador de la compañía y al fin adiós soledad, y todo tan efímero, predeciblemente trágico, o no.
No importaba, el vuelo corto, el vuelo alto, un sólo instante pero qué si ha de ser real, qué si hay que romper lo demás, vuelve el sol, vuelven las luciérnagas y el rocío y el campo con pasto en una hamaca, y las estrellas. Si hay verdad en Edith, si hay suicidio o pena de tango, o barricadas en mayo francés, o ideales siquiera... su voz no sé si podría asegurar tanto, sus palabras tienen la firmeza de lo posible, de lo imposible, de lo fantástico, el impulso de patas langosta para saltar cualquier abismo y llegar a otro, llegar a uno, aun con patas pequinesas.
Hay que creer, sus canciones parecen himnos, creé boludo, creé que existe te digo!
Me acuerdo otra vez de Peter Pan, con sus cacerolas vacías y el deseo de que hubiese comida verdadera, cual mago, y sólo por imaginarse tan creíblemente para sí mismo que había, que ya hay, la hubo, tanta como él imaginase, y de Einstein, que decía que valía más la imaginación que el conocimiento, y de Goyeneche, Vení, sentí, volá!, y de el pelado Luca, soltate con Wellapon soltate, soltá tu pelo con Wellapon.

Para poder escribir sobre algo que no se me ocurre pero sé que estoy pensando en los sueños, durante la madrugada, tengo que ponerme a tipear todo lo que se me ocurra, en algún momento tiene que aparecer lo que está guardado. Para sentir los pies sobre las baldosas hay que estar en un estado pleno de despojo, tal vez de hartazgo o de felicidad abstracta. Ese momento en el que le perdés el miedo a la gente, cuando sin darte cuenta te estás creyendo inmortal nunca te pasa nada. Parece que los inesperados maléficos hechos ocurren solamente cuando estás solamente distraído, en un tono mental sin actitud, entonces podría pasarte lo mejor o lo peor y nunca estarías listo.

Es muy parecido a escribir, por ejemplo ahora puedo escribir cualquier cosa porque tengo ese estado de abstracción indefinido, y solamente tipeo, pero después lo leo y siempre me parece que no lo escribí yo, es como escribir soñando, uno siempre se sorprende de algunas cosas que sabe y de otras se asombra porque no las entiende, o no las recuerda ...


A, posquesí hay alguien que lee!
A todos los lectores mudos, un tipo que parece que es muy conocido, aunque para mí es nuevo, radiantemente nuevo, la ignorancia y su ingenua virtud de la sorpresa:







"Hay sólo un camino. El que hubo siempre. Que el creador de verdad tenga la fuerza de vivir solitario y mire dentro suyo. Que comprenda que no tenemos huellas para seguir, que el camino habrá de hacérselo cada uno, tenaz y alegremente, cortando la sombra del monte y los arbustos enanos."

Juan Carlos Onetti, 1940, enamorado de sus primas.