Thursday, May 22, 2008






LA ORGIA DEL HIERRO

Descartando dilemas morales, la creación más despreciada está al servicio de su extinción. Y durante breves momentos sin testigos, sus leyes rumian nobles propósitos.

El mal - demonio - fuerza del thánatos, habita en su armonía natural y no necesita pelear para ganar la oscuridad que ya posee. Como bandera implacable la ventaja y el misterio de lo prohibido, dañino, temido, agazapado.

* * *

Máquina para las máquinas. No hay humanos víctimas o hacedores batallando.

Reinas madres asesinas avanzan enceguecidas, justifican la hora final.

Personajes centrales y absolutos pueblan la dictatorial fuerza que arrasa con todas las entidades previas, inundadas por la belleza del metal derretido, lacerante lluvia de disparos, velocidad inyectada de explosiones nocturnas.

El poder, un gran botón rojo que puede alcanzar la insuperable belleza de la catástrofe apocalíptica, majestuosa como el comienzo de la existencia.

Jungla montada para la batalla. Avispas, plaga de acero que cubre el atardecer coagulado de humo negro. La ejecución del asesinato masivo es terminante y desenmascarada. Cae el telón, pueden ver.

Aplanadora de las fundiciones, calientes e imbatibles se abren las panzas y posicionan los explosivos, arriba y adelante. Paloma embajadora del crepúsculo, radiante invento, fusiona mecánico y exacto el traqueteo de la combustión con el silbido agudo. Parten al blanco.

Florecen todas en tierra, hongos de lava. Sincronizadas las agujas, las distancias, las miras infrarrojas, brotan del cielo.

La efervescencia administra el vértigo, juguetes fecundadores del pánico.

Saliva incandescente en la maniobra del último conteo.

Somos el escuadrón que todo lo gana, la mirada afilada de la conquista, las manos de Houdini, el estrépito coqueteo con el abismo picado fino, el pelotón sin descanso, la polea para la victoria, el equipo de los ases, de la cacería, de la minoría.

Dueños del aire, sol, tormenta, último latido.

Antes de la batalla arrebatamos también los trofeos.

Exterminio alado de gloria, orgía conducida por humanos aun, con vehemencia de muerte, amnésicos de su propio devenir. No son autómatas, sino locos conscientes en un perpetuo rapto de furia. Su odio es el fruto de un entrenamiento más, en donde no importa la patria. El nazismo no existe.

Atacados de rabia, accionan masivamente los disparadores, las metrallas, sueltan las bombas, alzan en el cielo esperanzados misiles de calculada ruta.

Histéricos, plácidos, dementes, fóbicos. Ríen. Tienen los comandos.

Apuntan organizados dando irremediablemente en el objetivo, en la oscuridad impenetrable de la noche cerrada, en el rojo, entre el verde de radares fosforescentes, súbita calcinante luz de mediodía.

Asomados desde las puertas abiertas de las naves, surten regaderas de granadas y armas automáticas. Avasallan los huracanes diseñados.

Comunicados de radio portátil anuncian mutuamente la victoria.

Cinco millones de lavanderas, cincuenta mil maridos, cuatrocientos mil excusados, siete billones de flores, cien mil ladrones, todos los vicios, trescientos millones de tomates, cuarenta mil setecientos locos, tres cuartas partes de los peces y el noventa y tres por ciento, incendio.

Seguridad y poder, morbo mortal. Eliminado el enemigo, imparten para sí equivalente tratamiento, completando plenamente su mandato. La función de la aspiradora, la conquista de la totalidad, concluye con el bocado más narcisista.

Nada saben los dispositivos; misiles, bombas, aviones, helicópteros, palancas o fumigadores.

Horizonte torcido, inclinación inmediata

En picada, brazos extendidos

La cinta transporta, lenta directa

3 vueltas rápidas a las manivelas

Horizonte frontal, gigantes detalles de civilización

Horizonte invertido

Piernas extendidas

Aspas, látigos escapados

El viento abre los poros hasta volverlos cánulas transversales

Y la cabeza gira como envuelta por las olas

Redonda, observa, quema, come,

No hay horizonte

Oscuridad, plana, total, redentora.

El límite es catártico

Desintegración global

El magma humano acepta su ridículo

Frente a futuros desconocidos

Caen ojivas.

Abajo pasan los camiones embudos cargados de anónimos que son el final, envueltos en el polvo del camino, sentados en trastos recolectados. Para ellos rugidos y tararear de turbinas invisibles, destellos de patrulla, haces azules entre las nubes sucias de tormenta, alumbran proféticamente la ruta de viaje, ojo de cíclope faro.

Luces bamboleadas por el viento encienden en cada esquina la desolación del exilio. Los demás, en otro lugar, encontrarán el mismo destino, no existe rincón al que no llegue el aliento de azufre. Habrá que oler.

Para ellos el sudor constante, el destilado paladeo del bocado de alguna noche.

Ni resignación ni dolor ni lágrimas ni deseo ni libertad ni prisión ni preguntas o exclamaciones, ni denuncia ni traición. Los ven pasar, humanos sin entusiasmo ni pena. Ven llegar el mismo minuto, sin melancolía.

Escuchando vibrar la tierra, habituados, viven el remate, ya no es necesario continuar.

TNT, Nitrato de Amonio, Ácido pícrico, Pólvora negra, Nitrocelulosa, Fulminato de mercurio, Estifnato de plomo.

Respiran

Un estampido, chispazos fluorescentes, fulgor crepitante. Borbotea el hueco de la escalera. Al bajar no prevé nada, sin embargo cuando pisa el mármol negro de planta baja siente que le tiran del estómago. Hay un perro duro bajo sus pies, un bulto brillante sin detalles. -se dice. Inhala. Avanza unos pasos hacia la puerta de salida sin soltar la baranda, los clavos ajan sus dedos. No observa a la gente sacudida por la peste, sino arriba, más lejos que las nubes. Lo sobrevuelan casi invisibles en la noche artificial. Con estetoscopios de luz ardiente las ve pulir el vapor de humo, escarbando hasta la tierra para hurgar improbables restos.

Entre soles químicos, ráfagas de fuego, viento de hélices rapaces, la muerte jamás sería lamento o castigo. Buscar y abrazarla es todo un acierto.

Nadie corre a refugiarse, espera o ruega.

Con justicia aceptan que pronto sonará el espeso y mudo estertor para robar el aire. Muebles colchas autos edificios marcas civilización, despegarán con violencia, reventando sus ecos venas y vidrios.

Antes de ver el fuego los ojos se habrán quemado.

Sin dolor o compasión, eso será todo.

Sin herencia o proezas para el universo, explotará redonda la quimera de algunos pensamientos valientes, la lucha por el conocimiento o la espiritualidad, pesar o excelsa aventura de merecer el pulso.

El olvido cubrirá aquello común a todas las formas de vida posibles.

En un pelotero sin pelotas acabará definitivamente el juego de la guerra, la moral, el amor, la virtud o la cultura. ¡Al fin!


Ni sospechas de la insignificancia de los más grandes o pequeños logros que creyó dominar alguna vez la especie de la conquista, del ego ingobernable, el paraíso, el calefón, la vida eterna, Caín, Abel, el cohete, el pincel, la imprenta, el pebete, la anestesia, Monzón, la compraventa, la comedia, la música, la silicona, Lacan, la vacuna, la rueda, la coca, Platón, galaxia Andrómeda, Colón o Energía en reposo igual Masa por (velocidad de la luz) al cuadrado.










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