Friday, June 20, 2008

El romanticismo al poder

Uno de esos zappings, cualquier tarde de escuela, y aparece esta extraña combinación de personajes. Me quedé mirando, entumecida. Hasta el final, en pausa el resto de mi mundo, y sobre todo deseando que nunca terminara, la dichosa película.

Así es que cuando sí terminó la volví a ver cuantas veces pude, alquilada rebobinada, 1997, por ahí andaba, o la veía en cable desde cualquier parte que la pescara. Comenzó la obsesión, porque, realmente, si pasa en las películas…

¿Existía el amor entonces?

Se me ocurría que viendo y viendo podría desentrañarle algo súper encorazado, la gema brillante como piedra filosofal.

Porque la maldita película, y estoy hablando de Before Sunrise, parecía tirarme ganchos por todas partes, y no podía parar de pensar en cuánto había en mí de estos dos personajes, y cuánto quería crecer para ser Céline, yo tendría unos trece o catorce años, quería vivir en esa película, el príncipe azul, ¿en dónde un Jesse para mí? tal vez mirando hasta recalentarme los ojos quedaría atrapada ahí adentro.

Y creo que hice tanto esfuerzo que ahí quedé, en el sueño romántico, en el amor ideal, algo que probablemente podría haber obtenido como marca indeleble leyendo cualquier novela de célebre autor. Creo que es algo previo que uno trae, y cosas como esta, la historia que estaba pensando, plasmada en una película telépata, despiertan a ese iner self, lo vuelven holográfico, casi casi real, y está tan claro que sólo se trata de animarse a animarlo.

Y juro que sucede, comencé a enamorarme de los personajes, como si fueran personas, realmente, como los de un libro que se lee muchas veces, se tornan más reales que las personas reales, y uno quisiera que pudieran ser más que esa historia, que su aparición en esa historia fuera en 3 dimensiones, que tuvieran una vida visible y legible las 24 horas. Y ya no sería necesario ocuparse de la propia.

Pasaron los años, seguí rememorando las escenas, los preciosos diálogos, tan viables, tan probables en la vida real, y sin embargo cuasi ausentes, jamás tan potentes, ni tan interesantes de continuar para las dos partes.

A menudo las ideas se transforman en monólogos, como este, si no hay un interlocutor inmediato, de lo contrario le estaría reventando la cabeza a alguien en este momento, como a ud ahora, lectora lector.

Le platico entonces, admiro la naturalidad de cada momento de la película, cómo dudan, cómo temen que sea una ilusión, cómo son reales, en el borde del despertar, cómo se encargan de probarse el uno al otro continuamente, que el sentimiento es mutuo.

Humanos en el camino, sí señor, esos son dos buenos ejemplares de humanos, los mandaría a girar por el universo, la humanidad tendría sentido si existieran en las calles.

Si existieran fuera de esa película, suficiente.

Pero bueno, como todo, finalmente uno piensa que es pura dramaturgia que a nadie le interesa y se olvidan esas cosas, como los buenos juegos de la infancia, esas pequeñas buenas cosas que sería lindo conservar para siempre y no meter al baúl por haberlas usado tal vez demasiado a menudo.

Así un día cualquiera leyendo el diario se me doblaron las rodillas; había una segunda parte de la inolvidable, Before Sunset, nueve años más tarde, los actores nueve años más viejos. Y como si tal, volví sobre mis pasos.

Está esa pérdida de juventud tan marcada, y cómo van reviviéndose mutuamente mientras se pasean por ahí, cómo él intenta prolongar el rato, como quien apaga el reloj, cinco minutos más del mejor sueño. Y al final vuelve ese delicioso boomerang del no tiempo que acarrean las dos películas, que son sobre el tiempo y sin embargo se esfuma mientras conversan, mientras hilan sus negociaciones, sus temores, sus relajadas posiciones, donde la incertidumbre se evapora, y queda Nina Simone, just in time, queda algo más que hoy, queda un ratito más, que cuando termine será otro ratito. Así se construye la eternidad, el sueño del que no proyecta, del que vive el momento.

Lo fantástico de las dos películas es el repaso veloz sobre las cuestiones más prácticas y existenciales, universales que atraviesan la vida de cualquier humano, creo, cualquiera básicamente humano. Ese rejunte de la experiencia y las cosas que uno lee o ve, y son un puñado de anécdotas para retener al otro, para continuar la conversación, para dar la vuelta en esta esquina y entonces bajar el cordón.

Es fantástico cómo en la segunda parte siguen siendo los mismos, en un modo resucitado, que se acrecienta mientras las palabras corren imparables, son cada vez más los de antes, cada vez más los que no temían el ridículo.

Realmente poco importa si siguen o no siguen juntos, porque los personajes viven en esas circunstancias, en esos dos loops, que no se rayan, sino que flotan y se regeneran, como cualquier diálogo, como un ADN de ideas, mutable, combinable, pero simple, perfecto por lo finito, en algún momento, qué importa cuándo.

Y creo que lo que más me acerca de estos dos demonios de la felicidad es la empatía, recuerdo la primera vez que vi la segunda parte, cuando no me sabía los diálogos de memoria, y sollozaba de la emoción ante ciertos comentarios, o momentos que me habían parecido tontos hasta entonces, pero que había pensado varias veces.

Así es que luego de esa experiencia, ocurrió una pérdida de temores, si no importa el fin, siempre incierto, sino todo el medio, el proceso, si siempre quedan detalles de los amores del pasado, imborrables, y siempre otra pequeña marca, y recuperarse y poder creer otra vez, o no, y ser fatalistas o empecinados con el pasado. Detalles encimados de las vidas que se suman dentro de la misma, aunque uno lleve un cuerpo parecido durante todo el viaje.

En uno de esos zappings algo cambió para siempre, de un modo poco exclusivo, son dos películas ciertamente malditas, porque tal vez antes de verlas, uno no se hubiese imaginado que era posible la comunicación verdadera, el desnudo total del alma, la compañía. Y en fin, los encuentra el destino, cierto, pero también una compatibilidad previa, ser quienes son, la francesa relajada pero miedosa, el yanki show, ocurrente pero tímido e infantil.

Algo los pone cerca, pero luego son ellos los que hacen todo el resto, y esto se ve más claro en la segunda película, donde es él quien hace todo el esfuerzo por convencerla, para que se quede, para decir más. Siguen hablando indefinidamente en el placer inacabable de la coincidencia, en los silencios de la escalera o el carrito volador del primer beso, en una idea dicha, o en aquella opinión tan opuesta.

Siguen hablando.



Daydream delusion
Limousine Eyelash
Oh, baby with your pretty face
Drop a tear in my wineglass
Look at those big eyes
See what you mean to me
Sweet cakes and MILKSHAKES
I am a delusion angel
I am a fantasy parade
I want you to know what I think
Don't want you to guess anymore
You have no idea where I came from
We have no idea where we're going
Launched in life
Like branches in the river
Flowing downstream
Caught in the current
I'll carry you. You'll carry me
That's how it could be
Don't you know me
Don't you know me by now

No comments: