Tuesday, June 03, 2008


  • Ínfimos, mono logo. Lugar común.

Acostarme en un lago que me llegue a los tobillos, una noche de luna clara, y escuchar a los sapos, o mirar las estrellas, no extrañar, a ninguna de sus idealizaciones, a ninguna de mis alternativas para pensar en otra cosa. No desear nada. Como en los sueños, extender los brazos y darme cuenta de que ya estoy volando.

Los sueños agarrados unos con los otros, las personas linkeadas, unas con las otras.

Los cerebros van creciendo, nutrisse loreal los deja cada vez más fibrosos, y van viendo que hay más profundidad en lo que creían, tal vez, duro, o plano…

Ahora, me pregunto si es mejor levantarme sabiendo que corre por mi cuenta, todo el tiempo y cómo lo use, o si es mejor abrir los ojos de la conciencia y lo primero sea el frío del miedo, de tener que rendir cuentas a algo.

De la otra forma, es casi preferible seguir durmiendo y concatenando sueños, que son pequeñas pistas de algo más grande.

Entonces los días se me pasan como pétalos jugosos que se caen rápido, parecen eternos pero desaparecen, mariposas.

Y aunque me repita que esto se destraba con movimiento sigo con el falso arranque.

Cuando iba a jardín, cuando fui a la primaria y la secundaria, me guiaban las ganas de ir a clases, a algún lugar, mis amores platónicos, era casi una obligación que me enamorara platónicamente de algún compañero. Me pasaba en cada ámbito. Pero entonces no era un problema, o sí, era como una forma de auto-algo, yo me metía en esas situaciones sin esperar nada, me limitaba a observar.

En el secundario eran todos papanatas, igual encontraba atractivos en lo insospechado, y ya tenía para hacerme mala sangre si cualquiera de estos se ponía de novio.

Así es que me resulta innegable decir que siempre fui una persona rencorosa, envidiosa, soñadora y contenida, esperando para la venganza, como si alguien me hubiese discriminado. El problema es que siempre pude disimularlo, por cobardía. Lo cierto es que nunca me atrevería a ninguna venganza real, porque entiendo que no es nada provocado por los demás. Así toda la pose se reduce a una conducta patética, por lo abismal de la acción que rebota en el eco de las paredes del propio cráneo.

De repente tengo estas sensaciones en todos los aspectos negativas, de todos mis aspectos.

Sé que no es sólo así, que no hay absolutos, pero percibo que nunca queda pasado completamente cerrado, terminado, y no se puede seguir sin que cruzárselo por la calle cualquier día, recibir noticias, vuelva a traerlo, como si fuera un presente dilatado, un loop de pesadilla, donde todo es diferente para ambas partes que se reencuentran y sin embargo están tan lejos, en ese estante de la insuficiencia.

De repente se me ocurre que mi lugar cómodo en un sillón de bar está en repetirme que todo está bien así como se da porque yo debería estar libre ahora, que estoy confundida e insegura. Sostengo la sensación como un plomo de varios kilos, mis diferentes intentos fueron en realidad los mismos, el mismo intento con diferentes caras, el mismo lance al vacío, a supuestos, a idealizar la noche, a planear el día, la tarde de sol, llenarla con ideas, que crecen y llegan a un puerto en donde no hay nadie, entonces se vuelan, se evaporan hinchadas, hacia la espera, siguen dando vueltas, como un pene erecto en busca de un receptáculo depositario.

Pero es obvio que no funciona así. Quedan las formas del auto placer, de jugar en soledad, como hacía de chica, sin esperar a nadie. Con mis muñecos era suficiente.

Cada persona que encuentro, que tal vez no busque, no es casualidad. Es de alguna forma un referente de la anterior, y me gustaría saber en dónde está el error para que se termine de la misma forma, lavada, rápida y absurda. Las olas se llevan todas las miradas que tal vez prometieron alguna vez abolir soledades indeseadas.

Cada persona nueva trae un link de alguna anterior, como si intentara tal vez inconscientemente lograr que esta vez funcione, provocando alucinación. Se trata de cosas simples; tal vez cierta forma de caminar, de mover la cabeza cuando una carcajada va a estallar, de mirar hacia los costados, de consolar, de mover la muñeca para acomodar el reloj, maneras de dormir…. Incluso mecanismos para hablar de ciertos temas, facetas de la personalidad. Y entonces se produce el link, ese lazo invisible que me transporta un pedazo de holograma de alguien del pasado, alguien del futuro, y ya distingo, claro, pero hay una porción que se comparte, que se asocia, y también me predispone a temer, pasará lo mismo, pasará algo parecido.

Por eso cuando me miro desde la vereda de enfrente, la ñata sudada en la noche de invierno, desempaño el vidrio cada tanto para no nublar mi imagen, y percibo que estoy enferma, me siento una enfermita, y en algún momento de bajeza total como este, me doy cuenta de que son todos disfraces para agradar, porque sólo soy una persona ciclotímica que cuando está arriba quiere ir de fiesta y olvidarse del amor, porque hay fortaleza en la energía que mueve las acciones, que impulsa cada vez con más fuerza, hasta que algo cambia, algo vira. Y cuando hay que pegar volantazo y abraza la incertidumbre, aparece la otra, la que busca en las esquinas y en los zaguanes, cualquier alma con luz contenida a quien pueda ayudar a despegar. Me sale la teresa de Calcuta, pero no es por caridad, sino porque yo me siento como ellos, yo siento que soy una de ellos, en esos momentos bajos que esconden resentimiento, esconden esa idea de unirse a los semejantes para ganar fortaleza, y sentir en algún momento que puedo ser como los otros.

Todo esto, sólo me provoca cansancio, hartazgo, y sobre todas las cosas, ganas de irme, lejos, irme por las ramas irme por los sueños, al aeropuerto, al nosocomio, tejer otra realidad, acabar con la ansiedad del cambio permanente.

Dejar de repetir que nada cambia, que todo sigue blabla igual o torcido. Mis historias de antes se calman con otras que sin ser necesariamente las mismas se conducen por el temor a la repetición. Soy una persona conducida por el temor, por evitar ciertas cosas, evitar el error nuevamente, conducida por la duda, por el frenesí de llegar.

Nunca por el momento, por el placer, por el gusto de volar, o de caer.

Sin embargo, otros arrastran en sus motores ese ventarrón imparable de la seguridad, casi mezclado con la bronca o el deseo de justicia de la vida para con ellos mismos.

A esos los conozco de lejos, a esos como a tantos otros les tengo temor, pienso que van a darse cuenta de que yo soy de las que duda, y ante un gesto de aceptación tambaleo en mi empecinamiento, y entonces intento demostrar otra cosa que tal vez no soy. Claramente no soy, ni de aquí ni de allá, porque me transformo, me contagio del clima general, y me mimetizo rápido, y eso cambia todo, los que me rodean, quienes sean, cambian mi estado, y ahí adentro puedo convertirme en turbina, puedo convertirme en motor, en servicio, generadora.

Afuera, vuelvo a ser sólo yo, como una descastada, cast away.

Entiendo también que todo esto puede darse vuelta mañana, o esta noche, volverse palabras huecas, con certezas desflecadas de una frase, de un simple suceso, de una pequeña muestra de que todo es ilusión certificada o pasajera, de que nada es para siempre, ínfimos lugares comunes.

Después de los trenes, de las investigaciones a las que subí por miedo a la nada, de las estructuras comprobables, me queda investigar más, buscar otros temas, indagar realmente, si existe un método para investigar en pintura, para desarmar las escuelas prácticamente y mezclar sus elementos como moléculas de ADN para crear otro bicho.

Existe eso, ¿o es pura intuición? ¿Existe afuera otro lugar en donde hablar de todo esto?

O es un divague bien armado, o chamuyo organizado…

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