Thursday, December 11, 2008



La misma melodía, en una voz que se desliza naturalmente, y alcanza la paz del desconcierto, ambigua pregunta por la esperanza de algo mejor, diferente. Drink a Drake, espera un guiño, y palpar la cercanía de otro, que está siempre a su lado.
En esta esperanza flotante de primavera no hay rasgos de ineptitud, no hay veranos hostigados por el calor infernal. Hay sólo amor, y compasión, y más esperanza.
Continua inspiración, el respaldo es cómodo, y la rodilla aún no adormece el muslo.
El tiempo.
Se pierde, ya mismo, en la velocidad de los acontecimientos sin importancia, seguidos de otros, poéticos sin nada nuevo que agregar, sin embargo ateridos. Cada canción, amanecer, otra melodía.
Es el ritmo subyacente lo que hipnotiza, y no deja de vibrar en sincronía absoluta con las curvas del túnel subterráneo, los movimientos imperceptibles del sol entre las nubes.
Edificios, hay que dejarlos crecer. Domingo, desaparecen las sombras.
Drake, es el ejemplo lagrimeante de quien no cree en sí mismo, pero cree en todos los demás. No espera para comprobar lo que cree, se trata de elevarlos, de sonreír en el canto, de creer en lo posible, fuera de uno, esperar la envoltura exterior.
Esperar.
Esperar siempre afuera, adolescentemente, vaciado de uno. Y sinembargo, siempre en uno, sincrónico
Tal vez, tal vez… crece la posibilidad, crece el deseo, pero nada pasa realmente.
Drake no se volvió lo suficientemente loco como para creerse su sueño romántico, así es que permaneció realista, a la sombra del fruit tree.
El deseo de tomar las riendas, el hecho de ser conciente del poder de la voluntad, de ser, o no ser, lo que se quiera, está extrañamente acompasado de las voces humanas, de las consecuencias, de la perseverancia, del agotamiento, de la continua y necesaria esperanza utópica de ser.
El asunto; básicamente, ¿es que existe en quienes tenemos este impulso a abismarnos, el abismo realmente?
¿Existe la tendencia, a ser feliz, infeliz, homosexual o cantante?
¿O es que uno mismo las ejercita, como meros hábitos, hasta que un buen día florecen?
Melancolía, algo muerto, algo perdido, siempre imperceptible.
¿Qué es entonces? ¿Qué es? ¿Un poco “Y” un poco?

Uno mismo, la nostalgia es por uno mismo, perdido, siempre dentro de un mecanismo imbatible.
No hay forma de escapar de uno mismo.
Así es que, si un tema de Drake te pone triste, lindo lector, es porque te está hablando.
De lo contrario te chuparía una reverenda goma lo que tuviera para decirte.
Drake CAVA inmediatamente un hoyo, te rasca en donde te pica, y luego resulta adictivo.
Drake posee la tentación de cambiar de planes, la libertad de la renuncia, el salto hacia lo desconocido, el volantazo latente en los pulgares, cual Fangio de la vida.
Y te posee, vitalmente, lejos.
Todo es posible, todo es merecible, todo resulta con él, final y navideño, entona las melodías perfectas de una muerte para una vida llena de dones y luces.
La música de Drake es para su propio funeral, y es que nada espera más que la victoria vocacional.
La radicalización de la experiencia logra los mejores resultados.
Drake parece ser un embudo que tiene el poder imperceptible de arrastrar a la miseria existencial a cualquiera que se le acerque y logre empatizar con su desgraciado anhelo perpetuado.
Tengo la sensación de que su imán no está maldito, sino que es una cuestión legítima, mediante la cual resulta aterradora la posibilidad del freno, la nulidad de la vitalidad.
Precisamente porque Drake estalla en su deseo de vivir, el pavor y el espanto que subyace a la nada.

1 comment:

Anonymous said...

Hola Mari!como va nena?
hace mucho q no te cruzo...me gusto mucho leerte dp d tanto tiempo!
te mando un besote!
Muuuuak!

pd_ ah...soy noe!jejeej